"Siempre amé a los animales, pero en el año 2014, comencé a verlos de "otra manera". Es la primera frase con la que se presenta Joanna Problin. ¿La razón? La historia que cuenta tras el gigantesco incendio de Valparaiso.

En ese entonces, y de manera lógica, la mayoría de la población estaba preocupada de la situación de las personas y de sus pérdidas materiales. Pero, a pesar de que la realidad amenzaba con la seguridad de la ciudadanía, había personas hermosas preocupadas y ocupadas de los animales heridos, perdidos y fallecidos. "Una de éstas personitas maravillosamente empáticas, es mi sobrina Agustina, quién en aquel entonces, había visitado el Liceo N°2 de Valparaíso, que funcionaba como Hospital Veterinario de Campaña donde atendían y hospitalizaban a los heridos y resguardaban a los perdidos y desorientados.

Luego de su visita, Agustina me puso al tanto del devastador panorama, y me motivó para que ayudara en la causa. Entonces, entendí la importancia de comprometerse y fuí decidida a buscar a un "cachorro" del que ya me habían hablado. Cuando conocí al Negro, estaba en muy malas condiciones, con su salud comprometida por las quemaduras y a eso se sumaba que era muy difícil hacerle curaciones.
Lo único gracioso del momento, es que a diferencia de cómo me lo habían descrito, el Negro no era un cachorro, sino que era un perro enorme, alegón, de mal carácter y daba un poquito de miedo porque tenía un gruñido muy intimidante. Pero me enamoré de él y decidí traerlo a casa.

Con sus 4 patas vendadas y sus testículos muy quemados, comenzó un gran desafío para mi hijo y para mi.
En la ficha del hogar temporal, salía su nombre y el número de celular de su "supuesto dueño". Pensé entonces que estaría un tiempo con nosotros y luego se iría con su familia. Pero eso nunca pasó, porque su familia, no lo quería de vuelta y había que buscarle adoptantes nuevos.

Considerando que tenía y tiene un carácter muy especial, sumado a eso, su evidente trauma por el incendio vivido, no era fácilmente "adoptable". Pero, frente a todo pronóstico, lo adoré rápidamente, pasaro sin casi darme cuenta los primeros 6 meses y entonces me di cuenta que ya era parte de nuestra familia. Mas de 5 años después, sigue con nosotros y lo amamos. Nos transformamos en su familia.

Es un poco loquito, pero le perdonamos todo, dado sus antecedentes. Ha sabido ganar un lugar muy especial e importante en nuestros corazones. Debe tener 8 o 9 años, pero aún pide ser tomado en brazos, nunca ha dimensionado su tamaño, es como un adolescente desordenado e inmaduro, pero, con mucho amor hemos mido logrando distintas cosas como que no moridera absolutamente todo lo de la casa, paredes incluidas.

En fin, el Negro, Goro o Gorito es nuestra familia hoy y lo amamos así, con todas sus "locuras".