El Monseñor Subercaseaux le dijo a Reynaldo que se lo iba a llevar de Villa Ruiseñor a la fuerza, para que no cayera más en la tentación. Sin embargo, él le dijo que no quería hacerlo porque a él le encantaba lo a que a él le parecía como un pecado, lo que terminó sacando lo peor del obispo.

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