Una vida durísima, con pocas alegrías y demasiadas tragedias es la que ha tenido que enfrentar Lidia Letelier a lo largo de los años. Pobre, sin suerte ni educación, ha sobrevivido gracias al ingenio y la fe en Cristo. Sumamente religiosa, se vio obligada a asumir su pobreza como una condición intrínseca al igual que la mala suerte.

Fue madre muy joven de Reynaldo y Teresita. Lidia crio a sus hijos sola, sin la ayuda de nadie, trabajando de sol a sol en lo que pudiera. Eso hasta que se enfermó de tuberculosis cuando Reynaldo aún era un niño.